Antiguamente los cadáveres eran enterrados en el interior
de las iglesias, en los cementerios o fosas que las parroquias
tenían en el exterior de ellas y en los conventos y monasterios.
El decreto de las Cortes el día 1 de noviembre de 1813,
ordenaba que se dispusieran en toda España,
cementerios permanentes, queriendo poner así fin a la dispersión
de los enterramientos en diversos lugares dentro de las ciudades.
En el año 1823 el Ayuntamiento de Zaragoza comenzó a hacer las
gestiones para construir un cementerio cercano a Zaragoza:
El Cementerio de Torrero.
(Gracias Ester Marín)