Luis II, inspirado en un viaje a Alemania y otro viaje a Francia,
quiso construir en esa colina un castillo que se mimetizara
con la montaña y la naturaleza, siendo la envida del
romanticismo europeo.
El quería que por fuera se asemejase a los castillos de los
cuentos de hadas que tanto admiraba en su juventud,
mientras que por dentro contuviera todos los avances
tecnológicos de la época.
El castillo de Neuschwanstein nació como una pura
fantasía romántica, un homenaje a la imaginación.
(Gracias Paulo Tavares)