Lo dejo suelto, y se va al prado, y acaricia tibiamente con
su hocico, rozándolas apenas, las florecillas rosas,
celestes y gualdas... Lo llamo dulcemente: ¿Platero? y
viene a mí con un trotecillo alegre que parece que se ríe
en no sé qué cascabeleo ideal...
(Gracias Kriska)