El sol de la tarde que calienta una pared, un terraplén de rododendros
altísimos que se derraman en el foso de un castillo arruinado, o
una profusión gloriosa de rosas que suben sobre una puerta de
jardín de ladrillo, imparten toda la sensación de la tranquilidad
y del temor en un demasiado a menudo agitado mundo.
(Gracias Tomás Dorán y Susana Ferrari)