Hoy quiero mostrarles este pueblo emplazado en un sitio por demás
singular: en días de lluvia (que no son pocos) el pequeño pueblo
de Tjørnuvík puede amanecer entre un estruendo de agua, una banda
sonora por partida doble: de un lado decenas de cascadas caen al
pie del pueblo hasta alimentar un breve arroyo, hacia el otro lado
de la montaña, el mar y una playa de arena oscura con su oleaje.
Por si fuera poco el majestuoso marco natural, el pueblo pequeño
no puede ser más bonito, con muchas de sus casas con techos de
hierba.
(Gracias Barni)